Este pensamiento que lleva como título esta "post" lo llevo conmigo desde que comencé a usar la tecnología en mis clases. Recuerdo que mi primera computadora la compré para el año 2000 cuando inicié mi primera maestría. El temor a dañarla si la usaba era terrible, pero poco a poco lo vencí y comenzó mi aventura de integrar la tecnología en la sala de clases. Aventura que fue un poco cuesta arriba, ya que el sueldo de maestra en la escuela privada nunca ha sido lo suficientemente alto para que podamos cumplir con las obligaciones económicas y que nos sobre algo para comprar equipos tecnológicos, muy costosos en aquellos tiempos. Pero aún así, con la ayuda de los Ángeles de la Guarda que siempre el Señor me envía, logré comprar laptop y proyector. La pantalla, "homemade" a partir de un mantel blanco que mis padres me prepararon. Y un buen día, entre 2001 y 2002, Elsita llegó al Colegio San Antonio, cual Quijote con lanza y escudo a vencer a los molinos de viento de la tecnología, que presentaba sus primeras Apps.
Han pasado 20 y tantos años, desde esos promeros pasos y es necesario admitir que de no haber sido por la tecnología, casi todos los aspectos de nuestras vidas se hubieran visto comprometidos. De igual manera sucedió, hasta cierto punto en el campo de la educación. Es de conocimiento mundial, lo benifiosa que resultó la tecnología durante la pandemis del Covid-19. De eso se ha escrito y hablado demasiado. Sin embargo, estre los temas que han salido a flote luego de la pandemia, está en de los efectos adversos del uso de la tecnología en la educación durante este periodo histórico. Entre estos, el más perjudicial: el rezago académico que ha provocado en los estudiantes. Algunos resumirían este hecho con un "¡Los estudiantes, no aprendieron nada!" ¡Y con mucha razón, hasta cierto punto!Y entonces, nos preguntamos, ¿si a la mayoría les dimos laptops, hotspots, adiestramos a sus maestros, cambiamos al ancho de banda, lo tuvieron todo desde el hogar; en dónde fallamos? Ciertamente, son muchas las razones de la falla. Pues cada niño, cada adolescente, cada universitario tuvo sus circunstancias, sus situaciones individuales que contribuyeron a este preocupante resultado. Es como una reacción en cadena, en algunos casos. La mayor de estas situaciones: si no hay luz, no puede haber aprendizaje en línea, punto.
Pero aún así, lo apostamos todo la que la tecnología se encargaría de resolverlo todo. Y nos echamos a si atrás y esperamos a que los resultados fueran magníficos, magnánimos, apoteósicos... Como diría mi abuela Carmela: ¡Pusimos los huevos en una sola canasta!
Hoy la realidad nos da un bofetada sólida y nos hace despertar a la realidad de que nunca la tecnología sustituirá la experiencia, el conocimiento, el cuidado y el empeño de los maestros por el aprendizaje de sus estudiantes, en ningún nivel académico.
No hay que ser un genio para llegar a estas conclusiones. No obstante, si lo digo sin sustentar mis pensamientos en alguna fuente de entero crédito, dirán que no tiene importancia, que es solo un pensamiento más al aire. Hoy, esta aseveración la sustenta la UNESCO mediante un estudio "La tecnología nunca debe reeplazar la enseñanza presencial dirigida por maestros", concluye que la tecnología debe ser una haerramienta (como siempre se ha propuesto) para asistir en la educación de nuestros chicos y chicas.
Les invitó a leer el artículo relacionado a dicho estudio: https://bit.ly/3DwQ2j2
¡Hasta la próxima!
No comments:
Post a Comment